Vergüenza dijo el Presidente Ortega que sentía al asistir a la V Cumbre de las Américas. Vergüenza más bien le debería de dar por repetir la consabida palinodia anti-imperialista de siempre y sobre todo vergüenza la que nos hace pasar a los nicaragüenses este inculto e ignorante gañán arrogante además de bribón. Vergüenza porque no se da cuenta el mentecato del cambio que ha habido en el mundo y más en concreto en Estados Unidos. En realidad más que cambio habría que hablar de una verdadera metamorfosis que sólo los anfitriones-negros como él- y demás gobernantes de las islas del Caribe de habla inglesa pueden entender por lo que se sentían a ojos vista a sus anchas. Es muy difícil para los latinoamericanos entender esto salvo el Presidente Chávez que lo entendió perfectamente tal vez por su afinidad con el Caribe y se mostró casi exageradamente efusivo con Obama. Porque Obama es como si un ciudadano de un país del tercer mundo ocupara la presidencia de los Estados Unidos que es precisamente lo que más duele a la ultra derecha de ese país.
En cuanto a Cuba no se han dado cuenta de que en cierto sentido ya de hecho por las sendas declaraciones de ambos presidentes Obama y Castro el entendimiento entre ambos países es ya una realidad que solamente hay que oficializar gradualmente para evitar complicaciones que pongan en peligro la estabilidad del gobierno de Cuba. Ni a esta ni a Estados Unidos les interesa un caos político en la Isla sino más bien una transición gradual y pacífica para que sean los mismos cubanos los que hagan el cambio que crean conveniente en el Siglo XXI. Porque digan lo que digan el levantamiento de las restricciones de viaje y demás a los ciudadanos cubanoamericanos equivale prácticamente al levantamiento del embargo o bloqueo pues no hay límites para lo que uno puede llevar de dinero o bienes. Yo sé ya de cubanos que están pensando en enviar a sus familiares además de dinero automóviles, utensilios eléctricos, plantas y hasta casas prefabricadas. Esto va a generar necesariamente un gran movimiento comercial e inclusive industrial conociendo el gran ingenuo y habilidad del pueblo cubano que no está pensando en este momento en cuestiones de tipo ideológico sino existencial. Aquí se quedarán como dicen popularmente colgados de la brocha discutiendo ridículas cuestiones bizantinas mientras en la Habana y Washington festejan jubilosamente un entendimiento cordial entre ambos pueblos por tanto tiempo separados.
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