UNA DE LAS MÁS GRANDES TRAGEDIAS del siglo XX y que por desgracia todavía perdura sin esperanza alguna que se atisbe en el horizonte (Cfr. Reciente artículo en el The New York Review of Books) es el exilio obligado del pueblo palestino en su propio territorio y que los ha obligado a desarraigarse de su propia tierra. Lo que los palestinos llaman Nakba o sea catástrofe. Escribe por ejemplo el famoso poeta palestino Taha Muhammad en su poema Ambergris: "Han borrado nuestros rasgos y barrido nuestros trazos".

Lo más triste de todo es que esta tragedia ha sido infligida a su vez por otro pueblo que ha sufrido muchísimo durante toda su historia hasta llegar al holocausto de la Segunda Guerra Mundial que extermino a más de seis millones de judíos. Y hablo de injusticia porque en realidad los ingleses no tenían ninguna autoridad para crear lo que llamaron "Home-Land" para los judíos perseguidos en Europa por la llamada Declaración de Balfour de 1917. Fue precisamente un judío nacionalizado inglés pero de origen ruso Chaim Wiezmann Presidente de la Organización Sionista Mundial el que convenció al Lord Balfour de crear un estado-refugio para los judíos en Israel.

Esta ostensible justicia ha provocado el interminable calvario del pueblo palestino que no ha terminado aun. Problema sumamente complicado pero que en mi opinión muy personal son los mismos israelitas en conjunto con los legítimos habitantes de Palestina los que tendrán más temprano que tarde que hallar una solución aceptable y digna a ambas partes de una situación insostenible en Gaza (ver reciente artículo en el New Yorker) y el horrendo laberinto creado por los israelís en la Rivera Izquierda del Rio Jordán y condenado valientemente por el Ex Presidente Carter de Estados Unidos en su libro sobre esa situación. Creo que es el único que se ha atrevido a condenar tan terrible atropello a la dignidad del pueblo palestino. Ahora que se acercan las fiestas de Navidad en las que celebramos los cristianos el nacimiento del Príncipe de la Paz de Xto Jesús es bueno que nos detengamos a meditar todos los hombres y mujeres de buena voluntad sobre un problema grave que nos afecta a todos sin distinción en el mundo entero.